jueves, 11 de septiembre de 2014

Kekkon Dekinai Otoko (2006)


Parece un tema recurrente (y reconocido) entre los problemas sociales japoneses el del aislamiento social, ya sea entre su juventud alienada, como en general los problemas de comunicación que sufre una sociedad a la vanguardia tecnológica, con un gran sentimiento nacional y tradicional, pero que parece verse falta en cuanto al contacto humano. De eso trata básicamente “Kekkon dekinai otoko” una serie de 12 episodios emitida en el 2006 por la japonesa Fuji TV, que habla del problema usando la comedia y exagerando comportamientos.


El actor Hiroshi Abe (Still Walking), siempre perfecto interpretando a este tipo de personajes de actitudes excéntricas, da vida en este caso a un reconocido arquitecto cuya vida en solitario parece desarrollarse con la tranquilidad y rutina que le gusta, pero al que una serie de circunstancias le obligarán a abrirse al mundo.




Aunque el título original (algo así como “El hombre que no puede casarse”) implique que este sea un drama romántico, yo no diría que lo es especialmente, aunque si incluya una trama de romance. La clave no es que Kuwano, el personaje de Abe, no se pueda casar, sino que no se quiere casar. Es más, Kuwano no quiere tratar con nadie que no le sea indispensable hacerlo. El arquitecto lleva una vida rutinaria que le hace feliz, y de hecho es cuando se rompe esa rutina (por cualquier nimiedad) cuando se enfurece; así le vemos salir cada día del trabajo e ir al supermercado a comprar lo mismo, donde la dependienta le pregunta las mismas cosas, a lo que Kuwano responde igual, para ir al videoclub y coger una película... el problema llega cuando hay un dependiente nuevo en la tienda, y no le pregunta o le trata igual, o cuando la película que quiere coger la ha alquilado alguien más.

Claro que el primer problema llega cuando se pone enfermo en casa después de cenar. Kuwano es entonces ayudado por su vecina de al lado -en su primer cruce de palabras a pesar de vivir en el mismo rellano desde hace tiempo-, y le lleva al hospital. Allí recibe tratamiento de la doctora Natsumi Hayasaka, con la que no hace más que intercambiar puyas dialécticas, pero a la que empieza acudir con frecuencia por cuestiones de salud, y de paso polemizar un poco.
Entre ambos se crea una relación tensa, pero que lleva a la doctora, una mujer cerca de los 40 años y todavía soltera, una situación en la que no se siente tan cómoda como Kuwano, a tener una amistad con la vecina del arquitecto, una joven que esta intentando olvidar todavía a su exnovio. Ambas además de intercambiar cuchicheos sobre el excéntrico comportamiento de Kuwano, cuentan la una con la otra para contarse sus respectivas penas.



Este trío de personajes muestran diferentes formas tanto de llegar a la soledad, como de afrontarla. Kuwano es feliz en ella, y ha llegado por auto-aislamiento; su vecina Michiru intenta olvidar su pasado y pone buena cara a la vida esperando que aparezca el nuevo hombre de su vida al lado de su perro, Ken-chan. La doctora Natsumi sin embargo es alguien a quien le gustaría esta con alguien, pero que no ha encontrado al hombre adecuado, y parece un poco desesperanzada con el tema.
La cuarta pata del gato sería el ayudante de Kuwano, Eiji, quien además de aguantar al arquitecto, comienza a tontear -a pesar de tener novia- con Michiru.

Este personaje, junto a una de las ayudantes en el estudio, nos permite seguir al personaje de Hiroshi Abe en su ambiente de trabajo, en el que mantiene su carácter estricto y excéntrico, a menudo llevando la diferencia de opiniones con los obreros hasta el extremo de llegar a las manos.




Los guiones de "Kekkon dekinai otoko" unen de manera perfecta los intercambios de diálogos ácidos y llenos de réplicas y contrarréplicas punzantes entre los personajes, con el comportamiento de Kuwano y sus costumbres, que se van convirtiendo según pasan los episodios en gags recurrentes. La evolución de los personajes está además perfectamente integrada en el desarrollo de la historia, con pequeños eventos y situaciones que van sirviendo de espoleta para que vean el mundo de otra forma, o abriendo otras posibilidades.

Si hay que elogiar a Hiroshi Abe por su papel de hombre cuando menos peculiar, lo mismo va para Yui Natsukawa (Zatoichi), que interpreta de manera espléndida a la doctora Natsumi, esa mujer que debe soportar las visitas del arquitecto, pero a la vez se empieza a preocupar por ese hombre empeñado en vivir sin la ayuda de nadie. Ryoko Kuninaka (My darling is a foreigner) da vida a la vecina Michiru, que ve la vida con una perspectiva llena de esperanza, y que forma un dúo excelente junto a la doctora, mientras que Takashi Tsukamoto interpreta al ayudante del estudio del arquitecto Eiji.


Quizás lo que falle de la serie es la resolución de la trama romántica, de manera un tanto forzada. Da la impresión que si por el guionista, Masaya Ozaki, hubiera sido, la serie no habría necesitado resolverse de manera convencional, y de hecho no es hasta los últimos episodios en que los personajes resuelven sus situaciones amorosas como si el mundo se acabara.

Es el único pero que le pondría a una serie que además de ser extremadamente divertida e inteligente, tiene un cierto fondo humano.
Muy recomendable J-drama, que además sirve para eliminar cualquier prejuicio de que “serie asiática” equivale siempre a “culebrón”.


9 de 10

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